Es una adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Pero también puede ser algo más profundo, una acción noble, un sentimiento, un gesto de amor por el prójimo. Si bien a diario ocurren actos de solidaridad, como, por ejemplo, colaborar en una colecta para ayudar a un compañero de trabajo en dificultades, son menos frecuentes aquellos que implican un mayor compromiso y que son capaces de transformar la desgracia en alegría y esperanza, como el que ocurrió el lunes que pasó.
"Esta noche vamos a volver y vamos a matar a tu hija", le advirtieron al hombre desde una moto los delincuentes que acababan de asaltarlo. Cuando ingresó con su hija a su casa, comprobó que le habían robado los anillos de casados, pulseras, medallas y cadenitas de oro, un celular de su hija y los $20.000 que había logrado ahorrar para operarse del corazón. La noticia se publicó en nuestra edición del lunes. Ese día, por la tarde, una lectora se puso en contacto con la Redacción para anunciar que quería donar $20.000 a la víctima del asalto. La mujer puso como condición que no se revelara su identidad. Y así se hizo. "Existen los milagros. Siempre le pido... voy todos los 19 a San Expedito. Anoche le dije que él me iba a dar el doble de lo que me llevaron. No hay mal que por bien no venga", dijo la esposa del damnificado.
Afortunadamente, estos gestos siguen existiendo. El año pasado, la labor de tres religiosas, pertenecientes a la congregación de Hermanas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio, despertó la solidaridad. Su trabajo se desarrollaba en La Costanera, donde viven comprovincianos jaqueados por la miseria, la drogadicción y la marginalidad. Las hermanas se ocupaban llevar a los chicos al médico, de visitar enfermos, tramitar DNI, acompañar al CAPS a los ancianos, intervenir en problemas de violencia familiar, acompañar a hacer gestiones en las fiscalías y llevar a chicos y madres al psicólogo, además de dar apoyo espiritual. Una señora dejó en forma anónima en nuestra recepción una donación de $1.000 y luego otros vecinos les acercaron ropa y zapatillas para los chicos. "La mayoría de los jóvenes consume 'paco'. Hay gente que se los regala para que se vuelvan adictos. Muchos caen en este flagelo porque tienen un vacío muy grande en sus vidas, por la pobreza, y porque además no tienen nada más que hacer, no hay trabajo ni posibilidades de algo diferente. Haría falta un colegio secundario en la zona", dijo en la oportunidad una de las religiosas.
Días pasados, directivos del hogar agrícola "San Agustín", que brinda educación a 70 chicos de escasos recursos contaron que atraviesan un situación crítica y apelaron a la ayuda de la comunidad.
Sería importante que desde la escuela primaria se enseñara el valor de la solidaridad, que no es otra cosa que ponerse en el lugar del otro y tratar de entenderlo y de pensar cómo nos sentiríamos estando en una situación límite angustiados, desesperados y desamparados. "La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo", escribió escritor uruguayo Eduardo Galeano. Ser solidario significa comprender, compartir, tender la mano, abrazar. Y si se lo hace en forma anónima es mucho más auténtico. "Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad", sostenía José Martí. Si ello sucediera a diario tendríamos una sociedad más humana.